América Latina: Proyección virtual de una polarización  

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El rol de los movimientos sociales y su capacidad de articular proyectos políticos de peso constituye la única fuerza posible de cambios profundos para una región enmarañada en discursos que no siempre se corresponden con la realidad

Aún a riego de parecer esquemáticos, ensayemos un ejercicio de proyección a mediano plazo: dividamos la realidad sociopolítica latinoamericana en dos grandes ejes, busquemos qué países los encabezan por potencia económica y posibilidad de proyección política regional. Es claro hacia dónde marcha el ensayo. El primer bloque, de vocación nacionalista revolucionaria con proyección regional, está encabezado por Hugo Chávez y Venezuela y el otro, neo, liberal o desarrollista, según matices, lo encabeza Lula. ¿Cómo se proyectaría cada polo en el resto de los países y gobiernos de la región?

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    Para avanzar sobre seguro, tomemos el caso boliviano. Mientras la derecha neoliberal denuncia la intromisión del gobierno venezolano en los asuntos internos y se escuda en el separatismo, el gobierno del MAS, con una capacidad económica mucho menor y presionado por sus bases de apoyo interno, se inclina progresivamente hacia el eje bolivariano. Si bien Brasil tuvo el gesto y se decidió a pagar más por el gas boliviano, en la historia todavía pesa el saqueo llevado por las petroleras cariocas. Venezuela, con el proyecto del banco del Sur en veremos, financia la industrialización del gas en Bolivia, al mismo tiempo que, con Cuba, desarrolla campañas sanitarias y de alfabetización en el país más pobre del cono sur. En este pelotón se ubicaría, expectante, al siempre convulsionado Ecuador de Correa, tanto por sus cercanas relaciones con el gobierno bolivariano como también por la convocatoria a una Asamblea Constituyente muy resistida por la derecha local.
    En Colombia la cuestión se complejiza: Hugo Chávez fue aceptado como mediador por las FARC y sostiene un dialogo político fructífero y de contención ante la presión norteamericana y la voluntad de Uribe de una mayor intromisión del gran país del norte en los destinos regionales. Álvaro Uribe, el mejor alumno del imperialismo, no duda en ponerse en el eje brasileño, seguramente a la derecha de Lula. Entre ambos deberían dejarle lugar a Tabaré Vázquez desde Uruguay, donde el gobierno del Frente Amplio ha guardado hace tiempo todas sus banderas, siendo incluso anfitriones de lujo de George Bush en marzo pasado. Paraguay es una incógnita: las alianzas de obispo Lugo, con sectores neoliberales y afines al general Lino Oviedo, tientan a colocarlo junto al brasileño, pero no se puede asegurar todavía, y los movimientos campesinos siguen presionando.
    En el Chile de la concertación política, la represión sigue siendo respuesta ante cada movilización. El modelo fuertemente desigual y el alineamiento en términos de política dura con los Estados Unidos es notable. El neodesarrollismo es también un "invento" chileno para la región. Sumamos entonces a la primer mujer, Michelle Bachelet, al pelotón brasileño. Si Alan García durara un tiempo en Perú, también posaría junto al líder del PT.
    En esta división imaginaria -o no tanto- que proponemos hay datos curiosos. Lula, acorralado por las alianzas que tejió para renovar su mandato, firma acuerdos estratégicos para EEUU y pierde paulatinamente apoyo del Movimiento Sin Tierra (MST), que con el gobierno bolivariano no tiene mala relación. Esto es algo que se repite hacia el norte: el gobierno mexicano replica los acuerdos bilaterales en desventaja con EEUU y Felipe Calderón es el quinto seguro de la foto junto a Lula. Así como los sin tierra brasileños, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), de tener que ponerse en algún lado, elegiría seguramente compartir el espacio bolivariano, pero no puede afirmarse que comparta foto con Chávez.
    La Argentina, argentina! Seguramente gobernada ya por Cristina Kirchner, traza una incógnita fácilmente develable. La actual primera dama se ha mostrado públicamente con Chávez y Morales, pero también ha dicho que su modelo es el chileno, pero con una impronta más social. Si bien los acuerdos y resultados de las alianzas electorales incluyen figuras de diversos partidos políticos, la principal herramienta que neutralizó el potencial popular, fruto del 2001, y volvió a sentar las bases de la dominación, son los pactos sociales con las centrales sindicales, la incorporación de organismos de derechos humanos y sectores de la militancia social al gobierno, etc. A pesar de la voluntad política de profundizarlos, los acuerdos energéticos Buenos Aires – Caracas no nos confunden en la proyección. El plan del matrimonio dista mucho de cualquier avance en clave socialista. El mandato de Néstor Kirchner instaló y desarrolló la recomposición del proyecto dominante, en el que vuelven a priorizarse la rentabilidad y la inversión antes que la distribución de la renta y las mejoras sociales. Cristina queda junto a Bachelet.
    Seguramente hemos sido demasiado esquemáticos. Sin embargo, algunos signos de los volcados en este ejercicio pueden parecerse bastante a la realidad. El próximo gobierno norteamericano profundizará el intento de aislamiento de Venezuela en la región mediante la presión a Bolivia y Colombia. El restante bloque no implica demasiados riesgos para sus intereses. Hasta el momento han jugado relegitimando sectores cuestionados en la última década. El rol de los movimientos sociales y su capacidad de articular proyectos políticos de peso constituye la única fuerza posible de cambios profundos para una región enmarañada en discursos que no siempre se corresponden con la realidad.

    Fuente: Prensa de Frente


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