La comunidad nómada de la calle  

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Las características de nuestra evolución como país formalmente independiente pero hundido en relaciones de dependencia económica y sometimiento político frente a los principales centros imperialistas –en particular de los EEUU- ha generado desigualdades mayúsculas en nuestra sociedad, diferencias de clase abismales, desequilibrios territoriales, modelos desarrollistas empobrecedores e improductivos, privilegios sociales, económicos y políticos colosales, hasta llegar a generar una sociedad donde su mayoría se encuentra en permanente estado de sobrevivencia.
Esta situación que comienza por la forzada apropiación de tierras por parte de terratenientes desde los tiempos de la colonia, ha terminado dos siglos después de la independencia por promover una obligada inmigración del campo a la ciudad y el desplazamiento de grandes contingentes de población sin ningún acceso a fuentes de trabajo estable. Millones de personas a quienes solo les ha quedado la calle como espacio para una pequeña economía no formalizada que ha crecido en forma exponencial en los últimos años de políticas neoliberales. Se ha fomentado todo un comercio de medios impresos, papelería, artesanía, ropa, alimentos, trabajo infantil, juguetes, música, audiovisuales, telefonía, repuestos, decorados, transporte, hasta la venta de cuerpos y drogas, incluidos todo tipo de vicios muy antaños en el mundo. Todos ellos en su conjunto son el lugar por excelencia para la sobrevivencia de no menos del cincuenta por ciento de las poblaciones laborales del sur y centro América. En Venezuela se trata de un fenómeno relativamente nuevo que explota a finales de los años ochenta con la crisis económica, la desinversión, la fuga de capitales y el consecuente desempleo. Acelerándose en la medida en que muchas poblaciones pobres de las periferias de las ciudades con su rebelión ante el estado y el orden constituido de la misma forma fueron apropiándose de calles y esquinas para garantizarse un mercado seguro de ventas y comercio informal. Sigue leyendo...
El hecho más importante es que tenemos un fenómeno social y económico heredado del propio caos global del capital que poco a poco ha ido generando “segundas ciudades” allí donde la ciudad solo debería servir para el disfrute, el consumo inmediato y el tránsito. Todo un universo de relaciones humanas centradas en el comercio por lo general de contrabando, préstamos personales, venta de espacios, relaciones subterráneas entre mayoristas y minoristas, y la venta de cualquier cosa útil o deseada ha terminado por ofrecernos otra realidad social y urbana omnipresente entre nosotros. Las derechas como toda opción política de elite han decidido tratar de borrar represivamente esta realidad de los espacios urbanos bajo su control (casos entre otros de Chacao, Baruta, El Hatillo, San Antonio) alegando seguridad y el derecho de los ciudadanos y una ciudad destinada para el uso fundamentalmente de la burguesía y las clases medias. Se condena de esta manera a la mayoría a una marginalidad todavía más profunda e invisible recluida sobre los extremos laterales de la ciudad o municipio. Esta es una situación que ha hecho que gran parte de las ciudades en el continente sus centros aparezcan perfectamente reconstruidos para un público turístico y de clase media mientras la pobreza se expulsa cada vez más lejos (Bogotá, México, Quito, Buenos Aires, Santiago, Rio, Guayaquil) dejando la apariencia de ciudades limpias y en buen estado y una cultura del consumo concentrada sobre los centros comerciales. De parte de los gobiernos de izquierda en un principio estos se abren a la posibilidad de favorecer ciudades “híbridas” y de “economía dual” (es el caso de Sao Paulo, Lima, Caracas) pero la presión de las aristocracias y la propia descomposición de estos mundos sin futuro (multiplicación de la delincuencia principalmente) las ha venido dejando vacías de política, optando a la final por acercarse a las salidas represivas y de invisibilidad de la pobreza, tal y como comienza a verse hoy en día en Caracas y el resto de la grandes ciudades de nuestramérica con gobiernos municipales reformistas y de izquierda.

El hecho es que hay una realidad imborrable y que se reproduce sin descanso: esto es, la pobreza y extrema pobreza, y con ella la obligada situación de millones y millones de seres humanos a vivir de los mecanismos inmediatos de subsistencia ligados a la esfera de la circulación de mercancías. Esto comenzó con el propio capitalismo y la formación de los mercados de venta y reventa de productos hace no menos de 400 años en las ciudades europeas y no menos de 2000 años entre los árabes (ya retratados en los evangelios de Cristo). Sin embargo, lo que eran fenómenos sociales que apenas absorbían una pequeña porción de la fuerza de trabajo “libre”, son hoy en día una realidad dominante en el sur del mundo. Hacia el norte del mundo (Europa occidental y EEUU) inmigran inmensas cantidades de población que en un principio sirvieron para sustituir una mano de obra barata, personalizada en el viejo obrero industrial de origen europeo y que ahora se convierte en una clase asalariada relativamente privilegiada. Este nuevo proletariado inmigrante y sustitutivo fue muy bien acogido en un principio por su condición de “parias sin empleo y sin sindicato” que los capitalistas podían pagar al peor precio por cualquier servicio, base para la “flexibilización de las relaciones laborales” y el comienzo del fin de la “sociedad de bienestar”. Pero la apertura a la inmigración ya esta llegando a sus límites –se acabó el circulante no financiero y baja la tasa de ganancia-, con lo cual se ha desatado toda una campaña de represión y expulsión de estas poblaciones (el muro de California es el ejemplo más emblemático de todos) a sus lugares de origen en el sur al mismo tiempo que reaparece la pobreza en el norte. Quedan por tanto centenares de millones de seres humanos adscritos a un nuevo “nomadismo” ya no de estepas y de desiertos, sino de campos desarrollados y al interno de las ciudades. Hecho que nos cruza por todos lados, sin ninguna salida dentro del orden capitalista que no sea la fuga hacia zonas de acumulación salvaje de capital como lo es la delincuencia, la droga y la prostitución de todo orden, el trabajo cuasiesclavo de la maquila, el contrabando, los mercados financieros informales, la buhonerización de todo tipo o el mero desempleo y el hambre. Solo en Venezuela se calcula que este mercado de trabajo y capitales absorbe el 10% del Producto Interno Bruto (cerca de 10 mil millones de dólares) de lo cual vive más del 50% de la fuerza de trabajo.

La barbarie del capitalismo termina por universalizarse por medio de la globalización teniendo en el trabajador y las trabajadoras nómadas, sin tierra, sin patria ni empleo, su producto más genuino. En el capitalismo del siglo XXI el trabajo ya no solo se compra y se explota para producir y comercializar lo que produce en una fábrica o cualquier empresa privada a través del plustrabajo, ahora se reutiliza para la venta y reventa de lo que sea, dándole salida por cualquier mecanismo a la sobreproducción de baratijas, producción ilegal e inflación de servicios corporales. Caracas esta llena de mafias contrabandistas, financieras, callejeras, policiales, institucionales, que tienen en este mercado su lugar de acumulación, repitiendo en nueva versión la tragedia eterna del capitalismo: se produce y se intercambia socialmente pero se acumula privadamente. Siguiendo este tránsito, una economía popular, nómada y de la calle se ha formado generando un nuevo ser social cuyo producto de intercambio termina por ser apropiado por los mecanismos más perversos y violentos del capital. La derecha como antes y aún hoy acusa al obrero por los conflictos laborales, ahora también acusará a estos “nuevos parias del mundo” sin derechos ni existencia reconocida, de los problemas que causa a su bella ciudad. De más en más la ciudad se convertirán en una suma horrenda de barreras y límites, de sistemas de seguridad, edificios encerrados y terrenos privatizados que se demarcan en la “ciudad rica” de la “ciudad pobre” e impidan la entrada de este nuevo proletariado a la civilización del hogar y el consumo. La ciudad se hace ella misma una inmensa cárcel sin límites creándose una ciudad ficticia por fuera, abarrotada de “espectáculos” virtuales centrados en la propaganda, la venta de valores, de mercancías, de festines, mientras “por dentro” sigue polarizada entre pobres y ricos, trabajadores y propietarios, incluidos y excluidos, hambre y riqueza.

¿Se puede saber cuál es la salida revolucionaria, socialista, inclusiva, humanista, democrática y protagónica a todo esto? ¿Se puede saber por qué también tenemos que caer en el discurso de las acusaciones, culpar al paria de su propia condición, al pobre de su pobreza? El hecho es que una hola reaccionaria ya empezó a recorrernos por la izquierda. Supuestamente a esa mitad de la sociedad hay que excluirla del mundo y de nuestra mirada “porque tienen mentalidad de comerciantes y no de clase”. Se repite la vieja estupidez del ¡viva la clase obrera, abajo los lumpen! La salida humanista para ellos: encerrarlos a ellos también en edificios oscuros de comercio marginal donde puedan vender sus baratijas respondiendo a ese mercado de “pobres”. “Saquemos a las mafias incontroladas y por supuesto controlemos nosotros esa suculenta ganancia que estos parias producen”; dirán los burócratas a escondidas. En otras palabras sáquelos hasta del propio socialismo y regálenles una porción humillante de propiedad privada que nosotros nos encargamos legalísimamente de ponerles la mercancía. El socialismo bolivariano por medio de sus voceros ha decidido brillantemente en Caracas excluir de su proyecto a la mitad de los trabajadores de este país incluidos mujeres y hombres que en su momento han sido los que han puesto el pellejo de primerito a la hora de defender esta revolución. Esto es un atropello humillante contra el pueblo bolivariano, cualquiera que sea su rostro, nos guste o no nos guste lo que hacen para sobrevivir, pónganles el adjetivo que quieran: trabajador, obrero, pequeño comerciante, lumpen individualista, desclasado marginal, o lo que quieran. Una recomendación entonces: si es así, mañana hagan lo mismo con los barrios bajo el argumento que allí hay mucha droga, mucha mafia, mucha delincuencia, mucha basura, mucho desorden, mucho lumpen. Y no se olviden de la consigna final: ¡Plomo contra el pobre, viva la revolución!

En cuanto a nosotros, digo a unos cuantos soñadores y desobedientes, desde otro intento por reafirmar la autonomía de clase y la obligada creatividad política que debe guiar una vanguardia colectiva y de base, hemos tratado de aprovechar esa realidad del nomadismo, hurgar por sus basuras y su mundo de asfalto y de cemento, apostando a ver si descubrimos en ella un nuevo y desconocido milagro revolucionario, lo que hemos llamado las “Comunidades Nómadas”. Intento inútil para la teoría acabada e inscrita en nuestras imbéciles mentalidades formateadas desde la esclerosis del teoricismo, pero metodológicamente correcto si partimos del hecho de que el mundo del capitalismo así como invade, expropia, explota, las cualidades creadoras del ser humano a su provecho y ganancia, también genera las condiciones para dar nacimiento a una subjetividad rebelde y anticapitalista que son la base de su propio final. ¿Puede haber algo de eso en nuestras calles atiborradas de reguetón, hurtos, basura, violencia, desprecio, irresponsabilidad, individualismo y mafias de cualquier tipo? Esa es la pregunta obligada que debe hacerse un militante amante de la revolución y del ser humano. Exactamente lo mismo que hicieron las ligas comunistas de obreros del siglo XIX que empezaron a ver ellos mismos su propia salvación a pesar de la animalidad en que los capitalistas habían reducido sus vidas. Exactamente lo mismo que hicimos en los años 80 cuando profundizamos el trabajo en los barrios, en las escuelas básicas, saliéndonos o mas bien ampliando el esquemita clásico del estudiante universitario y el obrero fabril.

La alianza ha de hacerse entonces entre todos los parias de la tierra, se vistan de braga, de blujin, de campesino o de indigente. Ya el capitalismo nos dejó sin preferencias ni sujetos exquisitos. Malos o buenos, feos o bonitos, negros o catires, machos o hembras, en las calles y los barrios, en las oficinas y edificios públicos, en las tierras o en las fábricas, solo en ellos –en todos nosotros- esta la salvación del ser humano. Y efectivamente, después de mucho aprender y errar, recibir críticas justas e injustas, las amenazas y represiones de instituciones, policías, mafiosos, y cargar con el profundo “atraso” de este mundo, su falta de cultura orgánica y solidaria dentro de este mundo periférico y odiado, es que ha surgido la luz posible.

En medio del encontronazo que se ha producido por el desalojo de la buhonería en Sabana Grande y otros puntos de la ciudad, en una conversación de mañana y en medio de la aparente derrota, aparece la clave justa en boca de un grupo de señoras que supieron ver las cosas mucho mas allá que la zanganería burocrática y la arrogancia vanguardista. No hay ningún gremialismo buhoneril que reivindicar detrás del cual solo imperan los intereses de mafias callejeras e institucionales, mucho menos proyectos que disciplinen y le pongan orden a este absurdo e inhumano destino de la mercadería en la calle. Lo que hay es un sujeto que ha nacido de la explotación y su infinita multiplicación por el mundo, y que puede ser el punto de partida de una realidad urbana totalmente distinta. El comunitarismo autogobernante de esta etapa de la revolución nos da la clave. Como sea, pero si allí se han producido relaciones humanas que se extienden e interconectan, aprovechando territorios móviles, relaciones de intercambio y la propia acción social que ha generado la revolución como “libertad conquistada”, entonces allí esta naciendo efectivamente una “comunidad posible”, una “Comunidad Nómada y de la Calle”. Sustentada en la propia economía popular que aflora con el caos capitalista en su esfera final de intercambio de mercancías, además de la reapropiación de edificios y espacios que han hecho los “sin techo”. Es decir, no es solamente una economía que entrelaza buhoneros, taxistas, motorizados, perreros, artesanos, servicios de calle, también aparecen comunidades “tomistas” de viejos edificios abandonados e individuos callejeros dejados a la buena de dios, desde la cual se puede constituir una COMUNIDAD de relaciones, organización, responsabilidades, proyectos, que superen el intercambio acumulativo y mercantil y se dispongan progresivamente a convertirse en el lugar de materialización de un socialismo urbano, autogobernante y en manos de personas que se han criado en esta tragedia.

¿Será posible? En estos días una asamblea en medio de Sabana Grande, donde seguro que aflorarán todas las contradicciones, debilidades, manipulaciones, pero a su vez riquezas de este mundo, nos dirá si es posible. Allí se verá si es posible que de ella misma salgan los principios y responsabilidades para constituirse en el primer experimento de un “Consejo Comunal de Calle”. Si es así, estarán presentes todo un universo de sujetos que no es precisamente un puestito en un inútil y demagógico terreno, ni un edificio de comercio marginal lo que les interesa. Les interesa, a una minoría conciente pero con cualidades proféticas empezar a hacer de nuestras calles el punto de partida de un comunitarismo productivo, de intercambio directo con todas nuestras cooperativas agrícolas, industriales, culturales y de servicios, de cohabitación y amorío ciudadano, desde una territorialidad que nos pertenece a todos: habitantes, transeúntes y trabajadores. Ya se sabe que esto no gusta ni a mafias ni a autoridades, les quita control social y ganancia, solo gusta a la revolución misma, a su fuerza y creatividad, a la capacidad subversiva y transformadora que debe darse si ha de ser tal. Todos están invitados y que viva la Caracas socialista y rebelde.

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